Ciudad desde la altura

En esta obra, Bedregal es el asombro personificado. El poeta no intenta descifrar el enigma de la ciudad, tanto más por cuanto no desea destruirlo. Pues ya él sabía que el solo camino que conduce a la revelación lo constituye el asombro. Aquí el hacer poético discurre en medio de misterioso latido; en medio de pálpitos y de presentimientos, con imágenes que asumen profunda realidad, dado que el lenguaje no es sino fruto de arriesgadas al par que vitales experiencias, por lo mismo que los trabajos de la poesía no son otra cosa que conocimiento puro. En Ciudad desde la altura, el ritmo es moderado, y apunta a la economía del lenguaje, en consonancia con los períodos bien equilibrados que señalan el curso de cada canto, con una tensión que se define por sí misma. La temática se resuelve en lo interior, con un movimiento que empero tiene su centro de gravedad en la inmovilidad, en la contemplación y en la meditación del poeta ante la ciudad, que a su vez contempla y medita.
Jaime Saenz